
Hoy es un cumple especial. El 11 de julio de 2010 fue un día mágico. Fue un día en que no había enemigos, sino amigos; un día en que todos remábamos hacia una misma dirección; un día en que todos nos abrazamos con todos, porque todos queríamos a todos. El gol de Andrés Iniesta en la final del Mundial de Sudáfrica 2010 es una de las mejores cosas que nos ha pasado desde que tengo memoria. Pocos recuerdos conservo tan felices como aquel.
Si importante fue que se ganó, no fue menos cómo se ganó. Y no me refiero al exquisito estilo de España, sino al gol en el último suspiro, tras 116 largos minutos de angustia. Un zapatazo que puso en pie a 47 millones de almas, que saltaron al mismo tiempo a 15.000 kilómetros de distancia. El destino le reservaba a Iniesta un lugar en nuestra historia. Tuvo que ser él, el tímido centrocampista del Barça, porque todos queríamos que fuese él. Desde ese preciso instante, el manchego pasó a ser inmortal. Su nombre se repetirá durante generaciones. Andrés Iniesta. Iniesta de mi vida. Don Andrés. La conquista del Mundial consolidó una generación deslumbrante, pero también traspasó las barreras de lo deportivo. Un puñado de futbolistas puso a un país de acuerdo (hasta el que lo niega empujó el pie del de Fuentealvilla), lo sacó a la calle durante dos días y lo hizo feliz por un tiempo, olvidando todos los problemas que lo rodeaban, que no son pocos. Esta generación, uno por uno, se ha ganado un hueco con mayúsculas en nuestra memoria, cada cual por sus propios motivos. Además de Iniesta, Iker Casillas pasó de ídolo juvenil a icono pop en un chasquido con su beso en directo a Sara Carbonero; David Villa demostró que con paciencia y trabajo duro se puede tocar el cielo si lo persigues; Xavi Hernández nos enseñó que no siempre brilla lo que más reluce; y podría seguir uno por uno hasta llegar a Vicente del Bosque, el hombre al que nadie le desea mal alguno. El hombre que aguantó firme los palos tras la derrota en el primer partido. El único hombre que no se alteró cuando Iniesta mandó la pelota a la red. El hombre que con todo derecho y merecimiento podía haberse apropiado el mérito, y quiso compartirlo con todos sus predecesores, con especial atención a Luis Aragonés. El hombre al que todos deberíamos parecernos para sentirnos hombres.
¡¡¡¡¡¡¡¡¡Mi primer spam!!!!!!!!! ¡¡Qué ilusión!! ¡¡¡Este blog funciona!!! Me da pena echarte y todo…